La vida de algun@s Muzquiz y sus conyuges, son novelas que fueron...

La Muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Somos lo que recordemos haber sido y seremos lo que otros recuerden que fuimos

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Nombre: coahuilteco
Ubicación: Muzquiz, Coahuila, Mexico

martes, junio 28, 2005

Limites de las Colonias Españolas, Portugesas y Anglosajonas a finales del siglo XVIII

Tras la emancipación, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, de los territorios americanos pertenecientes al Imperio español, al Imperio portugués y al Imperio Británico, se inició un largo y arduo camino en ese continente con el propósito de trazar las fronteras internacionales. Los límites entre la colonización anglosajona, portuguesa y española, así como los de las entidades políticas creadas por las potencias coloniales, sirvieron de base para la definición de los territorios de los nuevos estados. Pero, diversos factores hicieron que el trazado exacto de las líneas demarcatorias se prolongara hasta el presente, cuando aún subsisten cuestiones no resueltas. Las repúblicas de Hispanoamérica consagraron como norma para dirimir los litigios fronterizos el principio del Uti Possidetis Juris, expresión latina que significa “poseerás como poseías”; esto es, sus territorios serían aquellos que poseían en 1810 según la división político-administrativa establecida por España en sus colonias americanas. La aplicación de dicho principio no resultó sencilla, porque aún en un elemento orográfico como la cordillera de los Andes, que puede ser destacado como ejemplo de frontera natural, las disputas entre Chile y la Argentina culminaron en una fecha tan tardía como es 1999. Durante el siglo XVIII era común elegir accidentes geográficos (ríos, cordilleras) como límites, pero no existía la necesidad de precisar con exactitud las líneas, motivo por el cual surgieron luego los enfrentamientos. El dirimir estas cuestiones creó sentimientos de recelo entre los países, mutuas acusaciones de deseos expansionistas entre estados colindantes y la persistencia de hipótesis de conflicto que los mantuvieron en alerta constante, imposibilitando acercamientos para proyectos de desarrollo en común. En la actualidad, los procesos de integración están restando importancia a los viejos recelos y se tiende a solucionar las cuestiones limítrofes pendientes. El escaso poblamiento en vastas regiones, la falta de conocimiento de un territorio enorme y la precariedad de los medios técnicos aptos para reconocerlo y ubicar los rasgos del terreno con que se contaba a fines del siglo XIX y principios del XX, fueron causa de la falta de precisión existente en muchos tratados que luego de firmados originaron nuevos conflictos. Un ejemplo de esto es el Tratado de 1881, firmado entre la Argentina y Chile, que fija los criterios de demarcación en los Andes. En muchos casos, los mutuos reclamos de territorios llevaron a enfrentamientos bélicos causados por el afán de apoderamiento de recursos considerados valiosos. Así, la guerra del Pacífico, que tuvo lugar entre 1879 y 1883, culminó con la pérdida de la salida al mar para Bolivia y de un territorio rico en guano y salitre, que en aquella época tenían gran demanda como fertilizantes. La guerra del Acre, librada contra Brasil y en cuyos orígenes estuvo el control del caucho, y la guerra del Chaco, que la enfrentó con Paraguay por el petróleo existente en esa región sudamericana, le significaron a Bolivia un estrechamiento territorial en el este y en la Amazonia. En otros casos, los enfrentamientos tuvieron o se vieron favorecidos por una doble motivación, interna y externa: tal es el caso de la Guerra Mexicano-estadounidense: en noviembre de 1845, el presidente estadounidense James Knox Polk intentó negociar con México una modificación de las fronteras entre ambos en torno a los ríos Nueces y Bravo, a la vez que realizaba una oferta de compra de California y Nuevo México. Las autoridades mexicanas rehusaron negociar a pesar de su debilidad interna, fruto del enfrentamiento abierto entre liberales federalistas y conservadores centralistas y del tesoro exhausto tras la guerra en Texas, así como del hecho de haber sofocado la sublevación de Yucatán y otros intentos secesionistas en Sonora y Tamaulipas. Además, el gobierno mexicano estaba totalmente pendiente de pronunciamientos militares, de distinto signo, que debilitaban su posición y su cohesión militar. El enfrentamiento se saldó con la pérdida, por parte de México, de unos 2.400.000 km2, más del 55% del entonces territorio mexicano.