La vida de algun@s Muzquiz y sus conyuges, son novelas que fueron...

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viernes, abril 17, 2009

...de Sor Juana Ines de la Cruz y de San Juan de la Cruz y de su fallido encuentro

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, nacio en San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 (por lo que segun el Tonalamatl del Rancho La Florida se llama Yei Miquiztli), fue una religiosa católica, poeta y dramaturga novohispana.
Hija ilegítima, su madre fue la criolla Isabel Ramírez de Santillana y su padre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, militar español de Vergara, en la provincia vasca de Guipúzcoa. Aprendió náhuatl con sus vecinos. Descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín de forma autodidacta en veinte lecciones, según los datos que se mencionan en algunas de sus obras, escuchando a escondidas las clases que eran impartidas a su hermana.

De joven estuvo en la corte virreinal mexicana, y de este tiempo hay muy pocos datos biográficos, aunque se sabe que fue dama de la virreina, la marquesa de Mancera. Quiso ir a la Universidad y en algún momento le pasó por la cabeza vestirse de hombre, pero al fin decidió meterse a monja.
Después de un intento fallido con las Carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a un periodo de convalecencia, ingresó en la orden de las Jerónimas, donde la disciplina era algo más relajada, y tenía una celda de dos pisos y sirvienta. Allí pasó la vida, escribiendo versos sacros y profanos, villancicos cada Navidad, autos sacramentales y dos comedias de capa y espada. También sirvió como administradora del convento, con buen tino, y realizó experimentos científicos. Su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda le reprochaba mucho que escribiese, labor que creía vedada para la mujer, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste. Bajo la protección de la entonces virreina, marquesa de la Laguna, decidió rechazarlo como confesor. Esta amistad con las virreinas queda plasmada en versos que usando el código del amor cortés han llevado a una errónea interpretación de las mismas, endosandoles tendencias homosexuales, pues a las dos virreinas que coincidieron temporalmente con ella les escribió poemas bastante encendidos, y a una le dedicó un retrato y un anillo. Fue precisamente una de las virreinas la primera en publicar los poemas de Sor Juana. Sor Juana se vio involucrada en una disputa teológica, a raíz de una crítica privada que realizó de un sermón del muy conocido predicador de la época António Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz; éste la prologó bajo el seudónimo de Sor Filotea, recomendándole que, como mujer, se dedicara a la vida monástica y no a la reflexión teológica, tema reservado a los varones. Esto provocó la reacción de la poetisa a través del escrito "Respuesta a Sor Filotea", donde hace una encendida defensa de la labor intelectual de la mujer. Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estaba activa. Acaba por hacer una confesión general y luego, ante el Tribunal Divino, pide perdón y firma con su propia sangre: "He sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por Amor de Dios y de Su Madre, yo la peor del mundo, Juana Inés de la Cruz". En otra protesta dice: "La más indigna e ingrata criatura de cuantas crió vuestra Omnipotencia, y la más desconocida de cuantas creó vuestro Amor". Tras el azote de una epidemia de tifoidea que llegó hasta el convento, Sor Juana se empeña en cuidar a las enfermas, cayendo ella misma víctima de la peste. El 17 de abril de 1695, a las 4:00 am, muere, a los cuarenta y tres años. Fue sepultada en la fosa común de las monjas.